Después de un año

 

 

No es tiempo de lloros ni de lamentos. Es tiempo de recuerdos.

A mi madre la muerte le llegó sin previo aviso. Discreta, fuerte, silenciosa.

La halló en su casa, donde había nacido y era su deseo morir.

En una habitación humilde y sencilla como había sido su vida.

Mi madre gano batallas con su empatía, su solidaridad y su generosidad con todos.

Vivió y murió siendo coherente con su educación, ideas y creencias.

Jamás le reprocharé ni sus palabras ni sus actos.

He vivido y seguiré haciéndolo con los valores que me inculcó, de los que me siento plenamente orgulloso. 

Es la educación que he recibido y la que deseo transmitir.

Solo he de reprocharme a mí mismo y espero que desde allá arriba me perdone, el no haberle sabido demostrar el incondicional cariño que sentía por ella.

El no haberla besado y abrazado más.

Has luchado tanto, mama. Ahora descansa en paz, te lo mereces.

 

La muerte produce recuerdos perennes y huellas imborrables.

No es tiempo de lloros ni de lamentos. Es tiempo de recuerdos.

Tu hijo.