Y la vida se acaba

 

 

Y la vida se le acababa.

 

En una tertulia de hace unos días con mi amigo, me decía que no le había dado tiempo a querer, a  ser romántico. La felicidad, solo le había rozado, como las flores en invierno. Ya el tiempo lo arrastra, está llegando al final.

Y me comentaba que visita de tiempo en tiempo el pueblo que le vio nacer, y ya no observa nidos de golondrinas que revoloteaban por su calle, esquivando arboles casi centenarios. Estos, fueron talados, por la mano aberrante del hombre. Ni escucha el canto de los gorriones, Ya no camina entre veredas ni observa las amapolas que crecían entre la avena.

 

Todo es cemento y asfalto.

Ya no burbujean, ni se posan  las mariposas en los lilos que fantaseaban y pugnaban  todas las primaveras, uno junto al otro, a cual componía su más bello racimo de flor.

 
Y me susurra, que ya no observa con sus ojos hipermétropes cruzar en noches oscuras la calle a los grillos que le deleitaban, su imperfecto insomnio.

Ya no queda nada.

Y me dice que el pueblo muere, sus habitantes, poco a poco se autodestruyen, con, al parecer, su consabido consentimiento. Todo por el consumo atroz, la vida despotricada y la felicidad “impoluta” de quien desea y está  consumiéndose subsumido en una ignorancia eterna.

Ya somos indiferentes a todos y a todo, menos a nuestra propia lujuria. Parece ser, que tomamos ejemplo de los mas “nobles” personajillos, de  sangre azul, pero fermentada esta, de jugos podridos. Amparados todos ellos por unas leyes primitivas redactadas para que este país y nosotros con él, caminemos hacia el abismo.

¿O esperamos un futuro diferente?

El, vivió en un tiempo que sin apenas apreciarlo se le esfumó de las manos y del alma. Deseando hacer el bien, se regocijo a veces en el mal.

Sin sentido y sin ninguna causa noble para  posteriormente recordar, y contar.

Y sentado en su sillón, atiza la memoria desgajada ya de algunos recuerdos, que me matiza, nunca hubiera deseado ser protagonista. 

Ahora, me apunta, que prefiere, los cánticos al sol, que los relojes de pulsera.

Llorar en soledad, que reír al lado de mentes negras.

La compañía de un animal, a las risas obtusas, y malvadas de los humanos.

Antepone pasar desapercibido, que provocar las risas de un hipócrita.

Luchar por salvar una vida, a quitarla, entre sombras de muerte, sinrazón y pulcritud aparentada.

A veces, infinidad de veces, me confiesa: Fui soberbio y no hice caso a los dictados de mi corazón. La vida me pasó factura.

Busca un pañuelo inexistente, para secarse una lágrima que no deseaba, que aflorase a la superficie, aunque fuese en presencia de su más íntimo amigo.

Recurerda aquella cita de Gustav.

"No retengas a quien se aleja de ti, porque así no llegará quien desea acercarse".

De tantas cosas me arrepiento amigo mío, unas vanas y las más improductivas. Pero reclamo para mi, algo de dignidad, luche por todo lo que bajo mi forma de pensar, creí justo, de ello no me adolezco.

Si lo hago, me confiesa, del tiempo que defendí a personas cobardes, borrachos, zalameros, payasos e inhumanos, que solo defendían su propio ego. Que únicamente se retraían para que su  propio bienestar, fuese cada vez más alejado de lo que pregonaban delante de multitudes absurdas y bienintencionadas a veces.

De servir a seres inmunes al dolor ajeno.

A esos seres de sonrisas embotonadas atrapadas entre ojales pérfidos.

Seguiré pensando, que por más coronas que se intenten arribar estas personas a su cabeza podrida, continuarán  destilando  maldad ignominia y traición.

Manu y Willy